sábado, 5 de octubre de 2019

El infame (Voz de un vagabundo)

Muchos piensan que he muerto y no volveré; muchos me tratan ahora de infame y por eso no se acercan a mí. Muchos que decían ser mis amigos, en realidad, nunca lo fueron porque sólo te vieron en tanto tuve "algo" o fui algo no sólo para ellos sino para y entre los demás (y no me refiero solamente a dinero). Muchos que antes hablaban y cotorreaban conmigo, ahora mucho callan, no sé por qué, por prudencia -dicen ellos- ¿Prudencia de qué? Así hacían los fariseos y letrados en su tiempo con Jesús que, por guardar estatus u otros intereses (diferentes evidentemente a los del reino), a lo que Dios pedía (y no es, por cierto, muy diferente a lo que hoy pide), se resguardaron de su trato. Porque como dice el dicho "es más fuerte la costumbre (el confort) que el amor mismo"; más fuerte lo que vemos que lo que sentimos, lo que creemos o deberíamos mejor creer: en Dios mismo.

No saben estos "muchos" que es más la paz y tranquilidad que da el "no ser reconocido" porque este reconocimiento que algún día tengas por los hombres, tarde que temprano "se irá", no más de tres generaciones como sucede entre la gente "normal" (que se gozó de este mundo para sí mismos y no sirvió a los demás).

Cuántos que sirvieron en anonimato, cuántos hay hoy día en este momento, en este mismo instante: tantos santos y santas que dan la vida sin ser recompensados y reconocidos y, donde, en todo caso, surgimos nosotros gracias a su entrega desinteresada, fervor y coraje por la vida como, por ejemplo, la mamá misma, o personas que trabajan en hospitales o, simplemente, gente marginada que no tiene malicia que se aprovechan de ellas día a día en las cárceles o en los trabajos, son explotadas y aguantan sin decir, porque no saben hablar pero necesitan el trabajo... y aún así más nobles se vuelven, no maldicen o se mezclan con esa gente que pisotea sino que aprende a "no ser como ellos", siguen a sus Dios y se aferran con mucho mayor ahínco porque tienen por qué o "por quien vivir"; que con más fe cada vez y más fuerza, de ahí salen incluso muchas vocaciones y que para "muchos" es llamado "miseria" sin saber que es mi miseria más grande la que provoca éstas por "no hacer nada" e ignorar tales situaciones... y así podría dar muchos ejemplos de tanta gente diario que "nadie les hace caso" sólo porque, en apariencia, "no son importantes", no para la mayoría de nosotros pero, para Dios ¿Tampoco? Es "la cultura del descarte".

¿Qué tienes tú que ignoras tan sencilla, simple y rápidamente? ¿Ignoras al ignorante? ¿Quién será realmente el que ignora, no sólo personas sino cosas, instantes...? ¿Qué tienes que te haga mejor o más grande si todo lo que tienes viene de Dios? o ¿A caso no eres creyente? ¿Quién es el más grande a los ojos divinos? Él ya lo dijo: "el humilde, el que se abaje para escuchar; el que se haga más pequeño con "sus pequeños" y se atreva a jugar con su hermano, me refiero a disfrutar la vida con él cual unos niños inocentes, ingenuos que se deleitan sólo de la presencia de su Padre y eso les basta: vivir cada día en su presencia "el instante".

A tí que me ignoras pues, si tanto te importan los status y, en ese sentido, quién es cada quien ¿te has puesto a pensar profundamente quien realmente soy además de, quizás, ser la horma de tu zapato, alguien molesto o insignificante? ¿No seré yo Dios en tu camino pidiéndote algo, me refiero a una prueba donde deba salir victorioso tu corazón compasivo, humilde, paciente...?

Muchos piensan, pues, que he muerto y, porque soy infame, así como un día Jesús llegó a ser en la cruz, ya por eso "no valgo". Pero estoy más vivo de lo que creen, estoy en la calle y a diario me topo contigo a veces desde lo más insignificante en apariencia y que es eso precisamente que tomas para sentirte más grande, lamentablemente no ayudando, sino comparándote aún más con tus hermanos, conmigo, como si de tí, todo lo obtenido, lo "ganado" -dicen-, de tí viniera estrictamente hablando, olvidando que fue tu fe en Dios la que te ha impulsado a estar donde ahora estás o has estado. Eres un don divino.

Recuerda, pues, que "no es en el éxito" donde nos gloriamos, ten cuidado de estacionarte en este mundo. Es, al contrario, desde "el fracaso" de la cruz donde reflexionamos la vida, donde se dio muerte a la apariencia, avaricia, soberbia, ego... porque Jesús no vino en esencia a predicarse a sí mismo sino a ser portador de la Palabra que da vida; la de su Padre al que amaba tanto: la del amor mismo. Esto era lo más importante para él y lo vivió y se desvivió por hacerlo presente. 

Y es así como en la cruz sólo mataron su cuerpo (lo que se ve) pero no su espíritu (que se siente) que estaba tan radiante por tanto bien haber vivido, haber amado intensamente aunque le dieron un fin "infame" y "muchos" se gloriaron de su muerte, pero "muchos" otros lo vieron con ojos "compasivos", como reflejo de su situación y se compadecieron de aquél que se identificó primero con ellos, del que se compadeció como nunca antes nadie lo había hecho con ellos: los ignorantes, pobres, mujeres, ricos, recaudadores... todos los marginados de la sociedad de aquellos tiempos y, al parecer y lamentablemente, aun hoy mismo; de la sociedad; de aquellos "muchos" que hacen, no la "diferencia" sino la "distinción" (división) entre los que, para ellos, más, o menos "valen".

Hoy ya muchos no creen "por lo mismo". Porque nuestra presencia no hace presente a aquél que dijimos un día que "conocimos": a Jesús de Nazaret que hoy dia todavía muchos buscan en su vida para darse sentido y piensan que no ha llegado el mesías y siguen sufriendo "solos" las implemencias de la vida, de los poderosos, de los gobiernos, de la sociedad misma en la que participo yo.

Muchas cosas y situaciones de la vida cada día nos hacen olvidarnos de Jesús mismo, de que existe y muchos que dicen haberle visto, llega un día en que otras situaciones o status les hace perder la memoria, el conocimiento; se va desvaneciendo la figura de aquél hombre que un día vio pasar y le invitó pobremente a una misión específica, no a predicarse así mismo o "acomodarse" sino a servir a los demás con lo que tiene y está viviendo.

Es así como muchas veces Jesús se nos vuelve "infame": ¡No le conocemos! decimos, y no me refiero sólo a la palabra sino de "testimonio mismo".

Muchos piensan que he muerto, pues, y que no volveré. Ese es el peor de los casos, que nos estemos durmiendo, que no creamos, que nos acomodemos a este mundo pero realmente seamos unos obreros, no sólo perezosos sino hasta rebeldes y soberbios que ya no le interesa creer en que algún día vendrá su patrón, aquel que un día les confió algo importante: su viña, la de sus hermanos que tiene que administrar en el buen servicio ¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo si se pierde a sí mismo? (Mt 16,26). "No seaís irracionales como caballos y mulas cuyo brío hay que domar con bozal y frenar [simplemente] para poderse acercar" (Salmo 32,9).