lunes, 30 de octubre de 2017

El amor del Padre

La Iglesia vive entre pecadores y está conformada por ellos, sin embargo, ésta no debe imitar el pecado más que dar testimonio; debe vencer el mal “a fuerza de bien” (Rom 12,21) pues no puede santificarse allá donde “no hay más necesidad”: entre los justos, al menos no tanta. Estamos “en el mundo” pero no somos de él. Venimos a implantar un nuevo reino: el reino del AMOR esencialmente.

¿Qué quiero decir con todo esto que de alguna manera ya hemos escuchado alguna vez?

Quiero, esencialmente, rescatar este rasgo que se me hace algo muy importante y primordial para la vida, no sólo de los consagrados, sino de todo aquél que se declare cristiano, más aun, católico.

Ahora más que nunca se hace más necesaria esta entrega, esta presencia, este gesto, este testimonio que quiere y necesita mucho la gente ver comenzando desde el mismo seno “familiar” de la Iglesia. Se trata, nada más y nada menos de esta “gran virtud”: La MISERICORDIA. Y digo esta “gran virtud” porque no cualquiera es capaz sólo aquél que lo “ha experimentado”, pero quien sea capaz de aplicarla siempre que pueda, verá sus grandes beneficios, sus muchas conversiones porque se trata más que nada de un “testimonio” de amor desde la propia vida pues somos (o deberíamos) ser ejemplo e imitación de Dios Padre amoroso; de un padre incluyente más que excluyente.

El mundo sufre por el pecado sí, pero ¿qué peor pecado que la Indiferencia, el rechazo del hermano que en su momento no se siente identificado con él? ¿Quién es peor, el orgulloso o el pecador? Todos somos pecadores pero el peor pecado es el desamor (Lc 18, 9-14).

Así, en la misericordia (amor) de Dios, las caídas (el pecado -que de hecho muchas de ellas no pudiéramos evitar por diversas circunstancias-), no deberían “doler” tanto cuando se está ante un Dios Padre “todo amor” e, imitando su ejemplo, no deberían doler cuando se está ante una comunidad solidaria, servicial, respetuosa, comprensiva, atenta a las necesidades de los demás… en pocas palabras, aquella que AMA; acoge más que critica y excluye.

¿Qué peor miseria o pecado que la incomprensión del otro? Peor pecador es aquél que “no tiene amor”. El amor que genera siempre “acogida” más que rechazo, lo dice TODO. Desde nuestra actitud se revela nuestra entrega (amor): “Tenían un solo corazón y una sola alma”. Hasta los paganos decían: Mira cómo se aman (acogen). Este es el elogio mayor que puede recibir una comunidad cristiana. (Hech 4,32-37)

“Señor, <<¿Cuántas veces debo perdonar las ofensas que me haga mi hermano? ¿Hasta siete veces?>> Le respondió Jesús: <> (Mt 18,21).

Y no se trata de “ser barcos” más que de generar actitudes de cambio mediante el amor; se trata de “aprender” en la vida, de tener la capacidad y humildad para “aceptar” lo que se ha fallado; de ser con ello más fuertes, amorosos y comprensivos. Esta es la recompensa de Dios: "Rápido. Traigan el mejor traje y vístanle [...] traigan el becerro más gordo, comamos y celebremos" (Lc 15, 22-23). De ahí que, nadie comprende mejor al hambriento que quien lo ha padecido; ni nadie sabrá lo grandioso del amor del Padre con más energía que aquél “que ha experimentado tal amor (acogida)” o, como el mismo San Agustín, pecador por excelencia, llegó a manifestar un día: “donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia”, precisamente porque sabía (el pecador) “que no lo merecía” y, aun así, recibió tal gracia ¿Qué más grande amor que éste? ¿Aprenderemos algún día a amar (acoger) nosotros de igual manera? Sólo los (que se sienten) amados aman en plenitud y éstos serán más precisamente aquellos que estén “más cerca” del amor de Dios.



Sólo se demuestra perdón a aquél que demuestra verdadero “arrepentimiento (aprendizaje) de corazón”. Pero aun así, el Padre no se cansa de “esperar” (acoger, abrazar) nunca cual una madre con su hijo simple y sencillamente por ser éste su hijo (a). 


Continuará...
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sábado, 14 de octubre de 2017

La muerte


La muerte es una gran farsante porque no es cierto que mata la vida, sólo mata LOS INSTANTES; instantes de convivir, tocar guitarra, sonreír, cocinar, bordar, acariciar, plantar (cuidar y apreciar la naturaleza), cantar, bailar, estudiar, ORAR, tomar vino, escribir o leer algo en aras al amor, jugar y aprender cosas nuevas, tomarse una cerveza o hablar con un amigo, escaparse de vez en cuando de lo cotidiano, arriesgarse, ayudar, aconsejar, comer una crepa, una pizza; en fin, disfrutar la vida. La muerte está, pues, en cada uno de estos instantes “no vividos”.

La muerte es una gran farsante porque no es cierto que quita la vida. La vida pasa como antorcha encendida de mano en mano, de hombre en hombre.

¡Miles de años y míranos! ¡Aquí seguimos! La muerte sólo puede matar, pues, instantes valiosos que pudimos vivir y no vivimos para ser FELIZ.

“El amor es PACIENTE, es SERVICIAL, no es ENVIDIOSO ni busca APARENTAR, no es ORGULLOSO ni actúa con BAJEZA, no busca su INTERES, no ser IRRITA, sino que deja atrás las ofensas y las PERDONA, nunca se alegra de la INJUSTICIA y siempre se alegra de la VERDAD. Todo lo AGUANTA, todo lo CREE, todo lo ESPERA, todo lo SOPORTA.” (1 Cor 13,4)

El tiempo

El tiempo es aliado en la vida del hombre así como una amenaza aparente; pero mejor digamos: el tiempo es relativo según cómo amamos; es amenaza aparente y engañosa (para los que no aman verdaderamente) porque quiere apresurar al amor, y gracias al tiempo muchos “amores” (vagos) se han disuelto, amores entre comillas porque al verdadero amor no le asusta el tiempo.

Para el amor el tiempo simplemente NO EXISTE, mejor dicho, se detiene, porque cuando el amor entra a escena en el corazón de un chico, de una chica, no les cuesta ESPERAR horas incluso bajo la lluvia o el mal tiempo por su amada, amado, y cuando están juntos el tiempo pasa muy rápido. Se siente el AMOR ETERNO.


El tiempo, en todo caso, está a merced del amor verdadero. Porque es en el amor en que todo COBRA SENTIDO, la vida cobra sentido y es entonces ahí que amando no se pierde verdaderamente el tiempo. Porque nuestra misión principal en la vida es esa: la del amor; es lo que buscamos, lo que mucho anhelamos, por lo que vivimos, luchamos, lo que da sentido al “vivir”, a nuestra existencia.

Por eso dejamos de hacer muchas cosas que creemos importantes al momento (aunque lo son) por darle más tiempo al amor cuando lo creemos encontrar.

Al amor, pues, no le asusta el tiempo e, incluso, le desafía. Ahí tienes a esa estudiante que, con su infinidad de tareas se pone a bordar, dibujar, armar una libreta con su poco presupuesto (entrega), entusiasmo y creatividad, ponerle frases para decirle lo que siente para su amado aunque se esté muriendo de cansancio a deshoras de la noche simplemente porque el tiempo le presiona diciendo: “ya es hora” ¿Hora de qué? (responde la chica) –pues de lo que sigue (replica el tiempo) -¿Y qué sigue? “Sé lo que sigue” (dice ella en su conciencia), pero le estoy dando tiempo al amor. Le estoy dando sentido a mi vida sin la cual no tendría mucho caso hacer lo que estoy haciendo, es decir, lo que sigue: “vivir” por vivir; “hacer” por hacer; “trabajar” por trabajar; “estudiar” por estudiar…

La vida, pues, no es PRISA precisamente; no es sólo una carrera, no es un puesto, no es sólo ganarse la vida económicamente hablando. La vida es aquello por lo que se hacen las cosas, el sentido que yo le dé, y éste es esencialmente está en donde encuentre el amor, ahí me detendré un poco más siempre. “Es bueno disfrutar el paisaje en nuestro camino de la vida y no correr de prisa a lo que creemos es nuestro destino”.

“La mejor manera de perderse es saber a dónde vamos” –Anthony de Mello.

Gracias por “Darle tiempo al amor", por detenerte un poco más de lo normal, por sacrificar tu tiempo que apenas alcanzaba para descansar tu cuerpo o para tus otras labores también muy necesarias para tu vida. Pero ya ves, el amor es siempre CAPRICHOSO e IMPERTINENTE, exige y reclama siempre TIEMPO porque es a través del tiempo que se forjan y REFUERZAN muchas cosas. Para el amor el tiempo siempre es necesario para darle sentido a la vida. Entre más tiempo le des al amor (Dios), más sentido tendrás.