CATÓLICO TIBIO (1RA PARTE)
"Más porque eres tibio, ni frío ni caliente, yo te vomitaré de mi boca" (Ap 13, 16)
Algunos aspectos o tentaciones que pueden caracterizarnos como católicos superficiales.
El católico superficial (o tibio)
nNo es puntual y a “duras penas” se dirige a los compromisos religiosos.
·
Necesita ser empujado para hacer las cosas.
·
Difícilmente se compromete.
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Hace poco y, con eso poco siente que ha hecho
más que suficiente.
·
Deja que otros hagan los servicios y se
comprometan por él (ella).
·
No es acomedido, servicial, creativo ni aporta
ideas. Así, si en la misa hay lectores, para él es “muy bueno”; y si no los
hay, también para él es “muy bueno”.
·
No cuestiona su fe para mejorar; no le sorprende
ni le indigna nada, es pasivo, muerto viviente. Nunca se pregunta ¿En qué puedo
servir? ¿Qué hace falta a mi Iglesia comunidad?
·
No le preocupa la situación de su Iglesia, si
acaso sólo los ritos cuando le aportan un beneficio.
·
Asiste a misa “cuando le nace” o sólo en eventos
especiales como “quince años”, bautizos, matrimonios, etc. por esperar la fiesta
y quedar bien con los amigos y “compadres”, más no por fe ni por agradar
verdaderamente a Dios. Los más llegan casi terminando la Eucaristía pero muy puntuales al banquete de bodas. Católico interesado.
·
Llega tarde a las celebraciones y compromisos
religiosos, y si le gana la flojera ya no asiste.
·
El frío, la lluvia, el cansancio, la familia,
los amigos, el juego, la TV… son motivos suficientes para no asistir a las
celebraciones, fácilmente sucumbe ante la flojera. No es tenaz, consistente,
disciplinado, no se esfuerza por aportar y mejorar las situaciones de su comunidad o Iglesia.
·
No es prevenido y le da prioridad a otros
asuntos menos importantes. Se le olvida la misa del barrio ese mismo día, pero planea
y dedica horas y semanas a la diversión, juegos, música en exceso. No tiene una
vida equilibrada, a Dios le deja muy poco, y con eso poco se
cree muy bueno por quedarse una hora en misa. Piensa que ha hecho
demasiado. Gran sacrificio.
·
Es despistado (o indiferente) para las cosas de
Dios, es decir que, por más que se le avise y hasta se le anote en la puerta
los eventos y celebraciones propias de la Iglesia, siempre anda preguntando,
incluso a última hora, lo mismo, y eso porque se topó con una celebración cerca
de su casa, de otro modo, ni siquiera tenía considerado asistir; no son su
prioridad, no tiene gusto por las cosas de Dios. En pocas palabras, no pone mucho
interés y, por supuesto, no valora el esfuerzo de los demás.
·
Es “protocolario”. “Queda bien de Palabra” con
las personas, pero de verdadera intención y servicio se queda muy lejos. No
busca agradar a Dios más que quedar bien con el mundo.
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Es “ritualista”. Se queda en la celebración de
los sacramentos de manera superficial, pero no los hace vida en su familia y
comunidad. Están de cuerpo presente y su mente sigue en las placeres y
preocupaciones de su vida diaria.
·
Cuando asiste a las celebraciones o rosarios lleva
interés de lo que “repartirán” más que por devoción.
·
No se preocupa por conocer más su fe, y se deja
llevar por lo que los medios o los demás dicen al respecto de su Iglesia, y se
las cree fácilmente. Le es más fácil tomar un celular y creer lo que dice un
video y noticias al respecto que tomar un libro y dedicarse a estudiar el
compendio o la Biblia ¿Tomar un curso de Biblia? Ni siquiera lo piensa, es un
gasto innecesario. Católico tibio.
·
Es “sensacionalista”. Es como “Vicente, que va a donde va toda la gente”,
buscando reconocimiento a lo que hace. Le interesa más la multitud que la
verdadera convicción de su fe personal: buscar al encuentro de Dios aunque vayan
poquitos o no esté de moda ir a misa (por ejemplo).
·
Vive preocupado de la vida diaria y, Dios para
éste es “cosa a parte”, es decir que, si le sobra tiempo, se lo dedica a Dios,
si no, no. Es tibio.
·
No tiene espíritu de sacrificio.
·
Tiene miedos, se siente inútil, pero a la vez,
éstos le sirven de pretexto para no esforzarse a mejorar y prestar un servicio.
Nadie se sacrifica por lo que no ama y éste alguien (en este caso Dios) siempre será cosa secundaria. Tampoco las mamás son todas maestras, sin
embargo, hacen el esfuerzo por apoyar a sus hijos para que no reprueben.
Así que “no hay pretextos”.
“Donde
está tu tesoro, ahí estará tu corazón, [tus pensamientos, tus intereses…]” (Mt
6,21) Entonces ¿por qué darías tú la vida? ¿Qué es lo más importante fuera de
Dios que valga más la pena? Todo es indispensable, cierto, pero también Dios no
es menos importante. De hecho, es la raíz de todo. El problema es que, como
niños malcriados, buscamos sólo lo bello, placentero; nos gusta arrancar frutos
del árbol, pero nunca sudar la gota gorda al plantarlos y cuidarlos. Todos
quieren guayabas cuando ven al árbol repleto, pero casi ninguno se preguntó
siquiera ¿quién lo plantó, lo regó, lo podó, lo cuidó? ¿Qué puedo hacer yo al
respecto? Además, arrancan con violencia los frutos y aún verdes… piensan que
todo lo merecen y que éstos se dan solos.
Así es el mundo placentero y llano; todos buscan su beneficio propio sin casi ningún esfuerzo. Así, ser católico no es garantía de ser un valioso y grandioso ser humano.
Así, tenemos diputados, presidentes corruptos, secuestradores, rateros,
violadores, etc. muy creyentes y hasta guadalupanos, muy católicos de nombre y
tradición, pero pocos son los que realmente lo viven, se esfuerzan y saben lo
que ello conlleva.
“Esfuércense, [pues], por entrar por la
puerta estrecha” (Lc 13,24), porque el mundo, el camino de la perdición es
fácil, es placentero, injusto, egoísta, es llano… Y los caminos a Dios, el
camino al amor es difícil por ir contra el pecado y el desamor, el egoísmo,
pero que ya desde la Tierra trae sus recompensas y la esperanza de la felicidad
eterna.