sábado, 19 de septiembre de 2020

¿Gran Catástrofe?

Hoy nuevamente es 19 de septiembre, fecha muy significativa para los mexicanos. Se trata de una fecha que se queda, sobre todo para quienes lo vivieron más directamente, marcados en la mente y el corazón.

Hoy es una fecha conmemorable para la gran mayoría de personas y, para algunas otras quizás, un aniversario que pasará desapercibido y con aires de indiferencia...

Yo podría ser una de éstas últimas personas, sobre todo porque, aunque ya había nacido en el momento de los sucesos, mi poca edad me impedía hacer conciencia por completo de lo que estaba aconteciendo. Pero, al pasar de los años, y cada vez que veía los relatos de los hechos en cada aniversario, esta pequeña, casi nula conciencia con que contaba en mi pequeñez, se fue acrecentando cada vez más al grado de fortalecer más el sentimiento de empatía y solidaridad por los afectados...

Este suceso fue sin duda "terrible" por un lado al saber que dejó muchas víctimas mortales, pero, a la vez, fue también una "oportunidad" para mostrar nuestra humanidad porque, como dicta la frase: "nunca se es mejor amigo (y hermano) que en la dificultad", así mismo se dejó ver tal espíritu solidario entre los mexicanos.

Este tipo de situaciones, por supuesto, nos dejan un sabor amargo, con sentimientos de angustía, dolor, coraje, impotencia... pero también, por otro lado, nos llenan el corazón de esperanzas al probar nuestra capacidad de respuesta y solidaridad ante las necesidades humanas; nos llena el alma el hecho de saber que, a pesar de la dificultad, se "tiene un hermano con quien contar"; que exista alguien dispuesto a ayudar y se ofrezca empática y desinteresadamente por la causa. 

Creo que este es el milagro principal: la flor de la esperanza que de entre las cenizas brota con mucho entusiasmo, el milagro de la solidaridad.

No sé qué conmueve más, si el hecho de ver a gente arruinada, sin casa e, incluso con familiares muertos y perdidos; o el hecho de ver a tanta más gente que, ante la catástrofe, se organiza para ayudar a su vecino buscando entre los escombros aún en contra de toda esperanza de vida...

Me encontraba hoy viendo un reportaje de testimonios a este respecto y son realmente sorprendentes los frutos que de ahí se rescatan. Primero, el acto de la solidaridad como ya mencionaba que de fondo conlleva un profundo sentimiento de compasión y hermandad hacia el hermano que sufre, y el hecho de que este profundo sentimiento lleve a dar lo máximo de sí por ayudar a sus semejantes en días en que incluso para muchos, parecía ya hasta perdido...; y segundo: los milagros tangibles como el caso de los llamados "bebés milagro" rescatados entre las ruinas de un hospital, y no sólo uno, sino más de doce...; o el caso de los sobrevivientes que fueron rescatados después de varios días a pesar de los peores pronósticos que de éstos se tenían; no había para muchos esperanza de encontrar más vida y, sin embargo, las "corazonadas" junto con el entusiasmo de la fe y esperanza por encontrar más vida, provocaron el milagro de encontrarlas...

En conclusión ¿Qué de bueno sacamos de estas experiencias? Nada más y nada menos que el del espíritu de la verdadera hermandad que conlleva la solidaridad ante las dificultades de la vida diaria.

Mucho nos duelen estas circunstancias que inesperadamente nos aquejan, pero mucho más nos alivia el sentirnos acompañados, alentados, ayudados, por la mano de un, ya no se diga amigo, sino ahora hermano...

Son eventos que, a pesar de su carácter de desastre, nos dejan muchas enseñanzas e, incluso amistades. Es un pasaje donde nos recordamos ya no como individuos rutinarios y extraños que pasan desapercibidos en la vida diaria, sino como un hermano más que se descubre y solidariza en la adversidad; un desconocido que se convierte en mi hermano de vida capaz de tender la mano cuando se necesite... ese es el verdadero espíritu que se deja ver ante las catástrofes inesperadas que, de otro modo quizás, no habríamos sido capaces de identificar...

Y es esto precisamente lo que debemos recordar cada año: que no olvidemos ese espíritu solidario que brote no solamente en las grandes calamidades sino que se vaya siempre alimentando día a día en pequeñas obras como las palabras del Evangelio de Lucas nos lo recuerdan: "el que es fiel en lo poco, [será] fiel en lo mucho" (Lc 16,10). 

Con todo, no justifico ni quiero decir que me gusten y sean necesarias tales calamidades para resaltar nuestros valores, de hecho, no necesitamos de este tipo de acontecimientos para recordarnos la calidad de seres humanos que podemos llegar a ser, ni necesitamos sacar nuestro repertorio de valores sólo en momentos especiales, si no, más bien, irlos trabajando día a día con nuestros semejantes aún en la prosperidad y relativa paz social. No podemos bajar la guardia; siempre hay algo por qué trabajar, a quien ayudar y dignificar... en pocas palabras, " a quién amar" para que el dueño de la mies no nos encuentre dormidos el día de su llegada que será por sorpresa... "¡Estén atentos porque no saben el día ni la hora!" (Mc 13,33).

¿Qué opinas? Por favor, no olvides dejar tu comentario o reacción aquí abajo. ¡Que Dios nos bendiga siempre!

2 comentarios:

Monserrat dijo...

Ya 35 años de este terrible suceso , yo contaba con 12 años y recuerdo los noticiarios dándolo a conocer , hoy pido a Dios por todas los afectados con ese terremoto, y sigamos unidos en amor como nos dice mi querido amigo y hermano en Dios, Alejandro Huerta , siempre hay alguien a quien ayudar y amar , no pasemos indiferentes por la vida , para poder alcanzar la Gracia de Dios

Alejandro Huerta dijo...

Gracias Montse ¡Bendiciones!