viernes, 4 de diciembre de 2020

Amor "a medias"

"Conozco tus obras, no eres ni frío o caliente. Ojalá fueras frío o caliente; pero como eres tibio, ni frío ni caliente, voy a vomitarte de mi boca" (Ap 3, 15).

A Dios no le gusta la "gente a medias" (o mediocre); aquella con apariencia de madurez, compromiso, trabajadora, prudente, bondadosa, etc. pero que en el fondo sólo sigue las reglas del mundo, es decir, se comprometen "a medias", en "apariencia" con Dios y la Iglesia en la medida que ésta sólo les provea momentos placenteros...

Lamentablemente, y para decepción de tales personas, la verdadera Iglesia católica y sus verdaderos fieles están constituidos de dolor, de sufrimiento, de entregas, de sacrificios, disciplinas y, algunos cuantos hasta dar la vida por la Palabra de Dios, por la verdad, gracias a su compromiso que no puede venir de otro lado distinto del amor, del amor a Dios.

Así, puedo decir que quienes se comprometen "a medias", es porque realmente, como manifestó Jesús a sus verdugos en el suplicio de la Cruz y de los cuales aun así imploró misericordia, "no saben lo que hacen" (Lc 23, 34) porque no aman; no saben por qué están ahí ni qué están viviendo. Son, en todo caso (si son católicos), católicos por "tradición", es decir, se queden en el mero cumplimiento de "ritos" aprendidos, pero no lo son por "convicción", es decir, convencidos de lo que viven por que se suponen que "lo viven", viven el amor de Dios, y ese espíritu y anhelo manifiestan.

Vivir a medias, o ser incoherentes es decir un "sí" (me comprometo) con los labios, pero a la vez decir un "no" en fondo del corazón: ¡Qué aburrido! ¿Ya va a acabar la misa/el rezo? "hace frío", "me da flojera", "ya empezó a llover, mejor no voy", "Si van los demás si me animo, si no, mejor no", "ya es hora, pero mejor me acerco ya que lleguen los demás", ¿Por qué tan larga la misa? ¿Qué van a dar en el rosario?... con estas últimas actitudes se demuestra el fervor "a medias" por lo que hacemos: quizás obligados, por complacer a otros y quedar bien ante las demás personas; sentirme importante, indispensable o mejor que cualquier otro por prestar un servicio, etc. Todas estas motivaciones son "imperfectas"; la verdadera es la que está ahí, a pesar de la lluvia, las críticas, la soledad, la infamia, etc. Sólo por "convicción", porque ama y sabe a quien sirve esencialmente: a Dios. Este es el verdadero servidor, el que verdaderamente ama.

"A ver, ¿qué les parece? Un hombre tenía dos hijos. Se dirigió al primero y le dijo: Hijo, quiero que hoy vayas a trabajar a mi viña. El hijo le respondió: No quiero; pero luego se arrepintió y fue. Acercándose al segundo le dijo lo mismo. Este respondió: Ya voy, señor; pero no fue ¿Cuál de los dos hizo la voluntad de su padre?" (Mt 21, 28).

Un mismo mandato, dos actitudes distintas. Coherencia e incoherencia. Asi nos parecemos muchas de las veces los católicos al decir "Sí, Señor ya voy", pero a la hora de trabajar no lo hacemos, sea por flojera o por alguna otra circunstancia que nos hizo cambiar de intención. La buena intención, pues, ¡no basta! y no en vano el dicho de: "de buenas intenciones está empedrado el infierno".

¿Qué es, pues lo más importante para Dios? ¿las palabras (incluyendo el rezo con los labios o cumplimiento de ritos en la liturgia, etc.) o la acción en sí misma? Recordemos lo que nos dice el Evangelio a este respecto: "No todo el que me diga: ¡Señor, Señor! entrará en el Reino de los cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre del cielo" (Mt 7, 21). No basta, pues, alabar al Señor si el corazón está muy lejos de su voluntad o tiene otras prioridades en el fondo, prioridades que van más acorde a lo que dicta el mundo y sus placeres que a los preceptos de Dios mismo.

Jesús, pues, también dentro de esta convicción nos pide "madurez" y "decisión" ya que "Nadie puede estar al servicio de dos señores, pues odiará a uno y amará al otro. No pueden estar al servicio de Dios y del dinero" (Mt 6, 24) y aunque hace referencia a Dios y al mundo representado en el dinero, en este texto podemos ver como Dios pide exclusividad en su amor, pero una exclusividad que exige a los que le aman. Sin embargo, esta exclusividad no es obligatoria ni impuesta y, quien decide amarle, lo hace libremente, y libremente cumplirá sus decretos sólo por amor a Él. 


También podemos ver aquí la "coherencia" de vida y la "decisión" de la que hablaba inicialmente: "o eres frío o caliente, pero nunca tibio", o sea que, seguir a Jesús a él implica libertad y compromiso porque el amar esto implica de por vida; de decidir por alguna parte, pero no por ambas: o Dios o el mundo; o te salvas o te condenas a tí mismo, es tu decisión.

¿En qué consiste, pues, más específicamente la incoherencia? En querer estar en los dos lados a la vez según mis conveniencias, es decir, sin compromisos, tomando la religión "a mi manera" y no como debe ser, con hechos y verdadero espíritu de servicio con todo lo que este espíritu conlleva.

Así, para Dios, el pecador incluso es más valioso que el mismo "orgulloso" o soberbio, y no porque Él desee que pequemos para ser preferidos recordando que Dios odia el pecado (la desobediencia) más no al pecador (sus hijos), sino que hay pecadores que, por no conocer su Palabra, han hecho cosas mal por el ambiente en que han vivido, pero que, sin embargo, al conocerle, si lo aceptan con un corazón contrito y humilde, éstos encontrarán la salvación, y éstos son muy valiosos para Dios, estas actitudes de reconocimiento de la Verdad. "De la misma manera les digo que habrá más fiesta en el cielo por un pecador que se arrepienta que por noventa y nueve justos que no necesitan arrepentirse" (Lc 15, 7).

El orgulloso al contrario, y en primera instancia, "no acepta" que peca; que es miserable, que falla y que, por ende, necesita con más razón del amor de Dios para salvarse... Este es el peor, el que creyéndose salvo por cumplir preceptos, también piensa que no necesita de la gracia Divina, por eso ahí, entre los "necios", se paraliza el Espíritu Santo y, con ello, sin su ayuda, crean su propia muerte y condena...

No hay comentarios: